lunes, 16 de junio de 2014

Reflexiones sobre los entornos personales de aprendizaje


Creo que toda nuestra generación, ha sido consciente, en todo momento, de que su formación no terminaba a la hora de recibir el título de licenciado. Continuamente estamos reflexionando sobre cómo mejorar nuestra práctica docente.

¿En qué se diferencia, sin embargo, esa reflexión y un Personal Learning Enviroment (PLE) o Personal Learning Network (PLN)?

Nuestra “reflexión” incluía, sin duda, la consulta de varias fuentes, la selección de los contenidos que nos parecieran útiles, la puesta en práctica de dichos contenidos, así como su evaluación; incluso, con mucha frecuencia, compartíamos nuestros conocimientos, dudas y experiencias con otros compañeros en la sala de profesores…


Si partimos de la definición de Adell y Castañeda [2010], no es tan evidente qué diferencia hay entre un PLE y nuestra reflexión:
Concebimos un PLE como el conjunto de herramientas, fuentes de información, conexiones y actividades que cada persona utiliza de forma asidua para aprender.

La diferencia estriba en que el entorno, como dichos investigadores señalan, se mueve en el ámbito de la Internet social, que nos permite, no solo acceder a la información, filtrarla, combinarla y adaptarla, sino también, por un lado, acceder a las personas que producen esa información y que nos sirven de referencia, y, por otro lado, a las relaciones y contactos que dichas personas mantienen.

Adell y Castañeda señalan que el PLE va más allá de la tecnología, lo cual es cierto. Sin embargo, un PLE que no se insertara en el mundo de la Web 2.0 jamás tendría acceso a tantos recursos ni a tantas personas.

Vemos pues que el PLE se mueve en torno a dos ejes: Información y red de contactos propiciados por el uso de la Internet

Es frecuente encontrar, en la bibliografía sobre el tema, la cita de IBM de que cada día se generan 2,5 quintillones de bites con datos y que el 90% de los datos actuales han sido creados en los últimos dos años. Aunque la cita está relacionada con un nuevo concepto el Big Data y la nueva gestión empresarial, no cabe duda de que tenemos que plantearnos cómo filtrar ese alud informativo, que por suerte o por desgracia no va a reducirse. La clave aquí nos la da la red de contactos, que nos permitirá acceder a mayor información pertinente, filtrada ya por la opinión de las personas a las que seguimos y/o con las que interactuamos. 




Internet nos abre las puertas a la información y a otras personas de una manera sencilla y sin apenas esfuerzo, lo cual no cabe duda de que es algo positivo. Sin embargo, aquí me gustaría lanzar la reflexión sobre cuál es el número de personas que deberían integrar nuestra red de contactos. Según el antropólogo Robin Dunbar,
las personas, debido al tamaño del neocórtex cerebral, solo podemos tener relaciones significativas en un grupo de máximo de unos 150 individuos. Es frecuente ya encontrar el número de Dunber en relación con las redes sociales. Aunque la tesis de Dunbar no tiene una aceptación generalizada, sí que creo que es necesario plantearnos cuántos contactos nos son necesarios para poder acceder al máximo número de información posible y estar en contacto con ellos y a partir de qué cifra esos contactos se convierten en “multitud” y nos generan una información que no podemos asimilar. 



domingo, 8 de junio de 2014

Imagen digital






 Mi imagen digital




En el curso, Habilidades digitales de gestión de proyectos para responsables en entornos docentes, y más concretamente en el primer módulo de dicho curso, me he dado cuenta de que puedo ser un usuario de las nuevas tecnologías, pero que hay algo que me diferencia claramente de los nativos digitales: La gestión que hago de mi imagen digital.

Cuando empezaron las redes sociales hubo algo que me echó para atrás… Si a nivel personal yo diferenciaba a  “familiares”, “muy buenos amigos”, “amigos”, “conocidos”, “compañeros de trabajo” y “ratas asquerosas”  :), ¿cómo podía tener a todos ellos juntos en una red y que  accedieran a información que yo jamás habría formulado de la misma manera para todos ellos? Por si esto no fuera poco, yo podía ser muy selectiva con mis contactos, pero en las redes sociales, para mi horror, los amigos de tus amigos se convertían también en “tus” amigos.

Eso me hizo tener un perfil en redes sociales, pero no publicar nunca nada en mi muro, sino utilizar únicamente mensajes privados o compartir fotos con los contactos que yo elegía.

Digamos que, hasta ahora, no me había planteado la necesidad de cambiar mi actitud antes las redes sociales ni mi presencia en Internet. Sin embargo, lo queramos o no, tenemos una identidad digital. De la misma manera que en el mundo “real” nos enfrentamos a diferentes metapercepciones: cómo me veo yo, cómo me ven los demás; en el mundo digital ocurre lo mismo. Podemos optar por tener un papel pasivo en la comunidad digital, en cuyo caso, los demás nos verán a través de las aportaciones de otros o podemos adoptar una actitud más activa y aportar a esa comunidad la imagen que nosotros queremos dar.

El miedo a estar presente en Internet es un miedo similar al que podamos tener en otras situaciones “reales” y que nos puede limitar nuestra capacidad de actuación. Es necesario superar esos miedos y lanzarnos al mundo virtual, lo cual no implica, sin embargo, que no seamos extraordinariamente “cautelosos” con lo que publiquemos: a las palabras se las puede llevar el viento, pero Internet permanece… 

Mi propósito de enmienda es empezar a desarrollar mi imagen digital creando y compartiendo contenidos en pequeñas redes sociales. En mi caso, los pequeños pasos creo que me pueden llevar más lejos.